lunes, 22 de julio de 2013

EL TRIO DE LAS AZORES

Juicios pendientes ...

Es absolutamente inadmisible y aberrante asumir que la insaciable y compartida ambición y notoriedad personales de tres únicos individuos (Bush, Blair y Aznar), hayan desencadenado tanta destrucción y muerte en nuestro mundo conocido.

Alardeando poseer inexistentes e inventadas pruebas, arguyeron conocer la incontestable existencia de una planificada amenaza nuclear por parte de Irak, justificando así su declaración de guerra, al margen y por encima de las específicas y contrarias recomendaciones de Naciones Unidas.

Nos puede reflejar el tipo de catadura moral de estos hombres, cuando a pesar de la multitudinaria y previa contestación de los Pueblos en contra de esta injustificada e indeseable guerra (en coincidentes manifestaciones públicas en todo el mundo), su irracional empecinamiento y obcecación les condujo al prepotente y arbitrario ultimatum de invasión y a su ejecución posterior.

Hasta ahora tan sólo han sido dos, de los tres "amigotes", los que (más, o menos, oficiosamente) han reconocido su error y pedido disculpas a las sociedades occidentales. Otro (posiblemente el más insignificante y seguro que por ello mismo) continúa "sacando pecho" de su "proeza" pasada, exclusivamente autoconvencido de su razón.

Todos los neutrales analistas internacionales, investigadores de esta guerra, han venido a coincidir en que fueron motivos meramente geoestratégicos, políticos, comerciales, económicos y hasta de pura "rapiña" y enriquecimiento personales, los que en verdad empujaron a estos "ídolos de barro" al nefasto protagonismo de tan injustificada cruenta lucha armada.

Sí, al Tribunal Internacional de La Haya le quedan aún pendientes algunos ineludibles juicios por sancionar: el correspondiente al de estos tres indeseables que produjeron tanto dolor inocente y al de los crímenes cometidos a lo largo del franquismo español, cuando menos.

Una más prolongada e injustificada dilación en su cumplimiento tan sólo conllevaría a un descrédito, aún mayor, de nuestros organismos internacionales y consecuentemente, a una pérdida absoluta de respeto hacia esas universales instituciones, creadas "supuestamente" para nuestra protección y amparo.


Antonio Fernandez

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